A través de la relación que mantenemos con el mundo vamos conformando nuestro ser, dando forma a nuestro modo de actuar y de vivir. Esta relación que tenemos con nuestro entrono, amigos, familia, trabajo o las propias cosas que poseemos está condicionada por la forma que tenemos de percibirlas, de sentirlas, de observarlas.
El tipo de persona que somos surge de los resultados que a través de nuestras acciones somos capaces de alcanzar y la forma en que actuamos es fruto de la forma en que percibimos, observamos nuestro entorno.
El ser humano es un ser limitado en cuanto no puede acceder de forma objetiva a cómo son las cosas, a cómo es la realidad exterior. Nuestra composición biológica, nuestra emoción y sentimientos, nuestra maravillosa capacidad para comunicarnos mediante el lenguaje, nuestra historia personal y el mundo al que pertenecemos, nuestras “distinciones” hacen que nos acerquemos a las cosas y las podamos percibir de una manera particular diferente de la forma en que otra persona las percibe.
Es la figura del observador que ve las cosas” en la forma que ve las cosas”. Cada persona, cada observador acceder al mundo de una manera diferente; cada observador es capaz de captar una parte de esa realidad objetiva que nos es inaccesible en su totalidad.
Pero en esta limitación como observadores tenemos también la fuente de todo cambio, de todo aprendizaje, en el propio problema está la solución.
Si somos capaces de modificar nuestro observador, la forma en que observamos el mundo, las personas, nuestras relaciones, las cosas, seremos capaces de acceder a nuevas observaciones, a nuevos mundos.
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