En esos primeros contactos con el mundo somos niños con una mente blanca y abierta. Totalmente vírgenes y puros nos plantamos ante el mundo esperando que este se nos muestre. Una tarde en un parque o la mañana en la guardería se convierte en una gran aventura, un viaje hacia lo desconocido pero en donde, con toda seguridad, descubrirá ese mundo que, por otra parte le atrae.
Una mañana o tarde se encontrará con la alegría, la risa, el llanto, el hambre, la tristeza...Si os habéis fijado alguna vez en un niño que está jugando en un parque veréis que puede estar totalmente absorto en un juego o una actividad pero ante un cambio en su entorno (un nuevo juguete, un amiguito que se le acerca, un pájaro que pasa volando cerca de él...) la abandonará para centrar todos sus sentidos en esa nueva experiencia. A medida que el medio se transforma el niño va cambiando de actividad, de emoción, convirtiendo todo cambio en una nueva oportunidad de aprendizaje.
Para un observador un tanto miope, la escasa "capacidad" de concentración en estas edades supondrá una merma de su aprendizaje ya que no llega a dominar la dinámica de una actividad o juego, cuando se lanza a otra o se ve inundado por alguna nueva emoción. Si bien esta "incapacidad de concentración" es la que hace que podamos almacenar innumerables conocimientos, emociones y sentimientos en estos primeros pasos de nuestra vida y es también lo que hace que cada día sea una gran aventura. Es como una danza en la que los diferentes ritmos y notas de la música de alrededor nos hace variar nuestros pasos.
Desgraciada o afortunadamente la escolarización hace que nos centremos en las actividades que estamos haciendo y, si es verdad que nos aporta la constancia y el esfuerzo como valores y actitudes, corta nuestra danza natural.
En la organización abierta y participativa la responsabilidad y la constancia de sus miembros debe impregnar todos los proyectos que se emprenden pero la oportunidad de poder danzar todos los días nos ofrece la ocasión de poder reinventarnos, innovar y asombrarnos para seguir aprendiendo.
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