¿Se puede rendir bajo presión, miedo y chantaje en un entorno cada vez más exigente donde cada vez se nos exigen más por menos? ¿Podemos seguir tensando las relaciones laborales en un contexto de crisis? ¿No sería mejor remar todos en la misma dirección para alcanzar aquello que nos hemos propuesto?
Este es, sin duda alguna, el momento en el que todos debemos dar la talla y en el que nuestras organizaciones deben dar un paso adelante. Muchas de ellas ya lo han hecho y por ello es importante aprender de aquellas que han apostado por el desarrollo del talento y de la creatividad en la seguridad de que sólo esto aumenta las probabilidades de éxito.
La gran mayoría de nosotros buscamos entornos que permitan desarrollarnos, aportar nuestro talento, nuestra experiencia, nuestro saber hacer. Buscamos ambientes libres de miedo y en los que también el error esté legitimado pues es la base del aprendizaje.
En estas empresas el compromiso emocional es el pilar que sostiene todas sus relaciones, que se rigen por un código ético plasmado en unos valores que son compartidos por todos sus miembros.
En ellas se práctica una verdadera escucha para comprender las necesidades de las personas y existe un interés real por las aportaciones que hagan.
Y por ello se caracterizan por un ambiente agradable y una relaciones sanas lo que hace aumentar la
eficiencia.
Atrás quedan aquellas manidas frases como "las personas son el mayor activo de nuestra organización", "nuestro mayor capital son ustedes", "el departamento de recursos humanos..." porque no somos, activos, ni capital, ni recursos, somos personas, únicamente personas y las emociones conforman nuestra esencia.
La persona es un todo y, por tanto, hemos de entender que existirá un
flujo continúo de sus emociones , comprender esta realidad puede transformar nuestras organizaciones en entidades realmente eficientes y así permitir el máximo
desarrollo personal y profesional de todos las que las componen.
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